Eduard Izaguirre es un joven de 24 años, con cuatro hijos entre 3 a 8 años, que los mantiene con lo poco que gana. “Mantengo a mis muchachos con lo que hago matando tigres a diario a diario, porque no tengo empleo fijo y mi mujer tampoco”.
Los 4 niños están bajo de peso, dependen de lo que su padre les traiga producto de sus labores a destajo. “Cargo arena, hago mandados y hay algunos vecinos que me ayudan cuando pueden con una harina o un paquete de arroz. Hay días que no tenemos nada y no comemos”.
En su racho armado con tablas y un techo entre láminas de zinc y lona, ubicado en Piedras Blancas, en Montesano, convive esta joven pareja, en medio de unas 90 familias que también viven en condiciones precarias por la falla de servicios y serios problemas de nutrición.
La politóloga María Luisa Ávila, representante de la sociedad Civil de Mérida, en su visita al lugar, expresó que “hay que acompañar desde la política a los más vulnerables, para que el mensaje no esté cargado de populismo, sino de un verdadero anhelo de cambiar esta realidad”.