Obispo Biord: Necesitamos conciencia ecológica para prevenir tragedias

Necesitamos ante todo una educación en la conciencia ecológica para cuidar el ambiente y prevenir tragedias ante fenómenos naturales. ‘El Papa Francisco nos lo recuerda en su encíclica “Laudato si’, mi’ Signore”. La creación clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella’”.

Estas fueron las palabras pronuncias por el obispo de La Guaira, monseñor Raúl Biord Castillo, durante su homilía en la misa conmemorativa por los 20 años de la tragedia celebrada ayer en el estacionamiento del estadio César Nieves en Catia la Mar ante miles de feligreses de las nueve parroquias eclesiásticas y autoridades tanto civiles como militares.

Dijo que estamos llamados a una auténtica conversión ecológica, a reconocer y arrepentirnos del pecado ecológico que causamos al ambiente, a los ríos, playas y montañas con la contaminación, el desperdicio de plásticos y sustancias tóxicas, con la inadecuada recolección de la basura y la falta de tratamiento de las aguas servidas que vertimos en quebradas y en el mar.

“Se nos invita también a reconocer las raíces éticas y espirituales de los problemas ambientales, a encontrar soluciones no solo en la técnica sino en un cambio del ser humano, porque de otro modo afrontaríamos solo los síntomas”.

Instó a cuidar la bella naturaleza que Dios nos regaló y a vivir la vocación de ser protectores de la obra del Altísimo. De asumir la responsabilidad de cuidar el ambiente, porque en el futuro otros eventos naturales pueden causar daños similares o peores al de hace 20 años.

“No podemos echarle la culpa a Dios. Al respecto, quiero recordar unas palabras de monseñor Francisco de Guruceaga: Muchos me decían que era un castigo de Dios, pero, ¿por qué iba a pagar tanta gente buena y piadosa faltas que no habían cometido? Pero yo digo que muchas veces se le atribuyen cosas a Dios que nosotros los hombres somos cómplices. Por ejemplo, convertir las quebradas en basurero y el agua no tiene salida. Eso es una complicidad de nosotros los hombres y no podemos echarle la culpa a Dios, cuando nosotros somos los culpables’”.

Solidaridad

de un pueblo

El obispo dio gracias a Dios porque después de 20 años de destrucción y llanto, el estado se ha levantado progresivamente. Destacó las magníficas acciones de solidaridad de un pueblo, que más allá de las diferencias políticas y sociales, se unió para dar lo mejor de sí en el rescate de los afectados y en la recuperación de los servicios.

“Como enumera el profeta Isaías (Is 35,5-6.10) en Vargas el Gobierno, nacional y regional, la Iglesia, las organizaciones no gubernamentales, Cáritas, la Cruz Roja, universidades, fundaciones, organizaciones y asociaciones civiles, autoridades militares y policiales, en una palabra, toda la sociedad se volcó con generosidad para rescatar a los afectados y atender la emergencia”.

Pidió un reconocimiento a los bomberos, a los de protección civil, a los grupos de rescate, a los médicos y enfermeras porque fueron unos héroes al arriesgar su vida en pro de los afectados. “Hasta un perro recibió una medalla al salvar 37 personas. Incluso ellos tienen ese sentido de ayudarnos”.

También a la comunidad internacional que envió su ayuda solidaria y, progresivamente, se dio una recuperación del estado. A la solidaridad de los vecinos que se organizaron para salvar personas, atender a los enfermos, compartir un plato de comida, recibir en su casa a quien la había perdido, cuidar las propiedades y recuperar la propia comunidad. “Todos dieron lo mejor de sí”.

Destacó la presencia de a Iglesia al ayudar a tanta gente que no tenía absolutamente nada y que la tragedia había reducido a la miseria, no solo física, sino también moral, familiar y espiritual. “Quiero recordar el testimonio de un seminaristas, hoy sacerdote: ‘La labor de la Iglesia en esos días fue muy positiva, porque pudimos aportar lo que teníamos como comida, resguardar a la gente, atender a los enfermos, ayudar a los doctores y enfermos. La actitud fue acompañar a la gente en ese tiempo tan difícil’”.

El seminario sirvió de refugio y desde la terraza donde aterrizaban helicópteros se coordinó la evacuación de las personas, con la colaboración de bomberos, protección civil y scouts. Aportaron su granito de arena al hacer su labor pastoral como Iglesia para ayuda a los afectados.

Aunque reconoció la recuperación del estado, en cuanto a los servicios de energía eléctrica, agua potable y servida, red de teléfonos y  carreteras, comentó que no se ha hecho lo suficiente ni ha contado con el concurso de toda la sociedad. Un ejemplo es la canalización del río de Marapa, obra que sus habitantes esperan culminen para su tranquilidad.

“La Diócesis de La Guaira renueva su disposición y compromiso para una gran concertación con la Gobernación, la Alcaldía, los militares, la sociedad civil, las otras iglesias y las organizaciones no gubernamentales. Necesitamos un plan estratégico, concertado y consensuado para un desarrollo sustentable que establezca prioridades orientadas a resolver los graves problemas estructurales que nos aquejan (agua, electricidad, basura), y para atender las necesidades de las comunidades en educación, salud, vivienda e inversiones turísticas y pesqueras”.

Exhortó a todos a no olvidar el sufrimiento y la impotencia ante la tragedia natural. Pero sobre todo a no olvidar la tragedia humana que se vivió al separar núcleos familiares, a no olvidar los saqueos y vandalismos que se desataron los días siguientes, no solo por el hambre, sino por el odio, la maldad y el egoísmo de unos pocos malhechores; a no olvidar los desmanes de quienes tenían que proteger el bien común y las improvisaciones en la reconstrucción estructural de los principales servicios.

​“Le pedimos a Dios Todopoderoso que todos pongamos lo mejor de nosotros para la total recuperación de La Guaira, para que aleje de nosotros cualquier catástrofe, y que hagamos posible el milagro de una reconciliación nacional que mire al bien común, la prosperidad del país y la promoción de nuestros hermanos los más pobres. Que la Virgen del Carmen, patrona de Catia la Mar, nos bendiga y nos proteja”.

Una décima

parroquia eclesiástica

Desde hoy Catia la Mar contará con diez de las 26 parroquias eclesiásticas, anunció monseñor Biord, quien dijo que estará firmando para la creación de la décima en Ciudad Chávez y en Puerto Viejo con el patrocinio de monseñor Romero. “Son más de 15 mil viviendas y junto con los edificios la hace una parroquia de 18 mil personas”.

Monseñor aprovechó para destacar las 12 congregaciones religiosas en la Diócesis que han prestado un excelente trabajo y lo siguen haciendo en las comunidades con la atención a los niños y su ayuda en los comedores comunitarios. Dio un especial reconocimiento a la hermana Patricia, radicada en el estado desde 1978, por su trabajo en Canaima, Los Campitos, en Ciudad Piar y en el comedor de Guaracarumbo.

“Recemos por estas hermanas que son una bendición de Dios y por las vocaciones religiosas”.

El padre José Manuel Cicuéndez agradeció al alcalde José Alejandro Terán por hacer posible esta eucaristía, a todos los cuerpos de seguridad, a la banda militar, a los monaguillos, a los integrantes del ministerio de música, a todas las personas de las parroquias, a los sacerdotes por su colaboración, al obispo y en especial a los feligreses. 

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