Virgen de La Candelaria de Tarmas: Devoción con más de 400 años de historia

María Lourdes Arráez, [email protected] Con diversas actividades culturales y religiosas, hoy el pueblo de Tarmas, parroquia Carayaca, celebra las fiestas patronales en honor a “La Virgen de La Candelaria”, los 407 años de la construcción de la iglesia y el inicio de la construcción del pueblo.

José Roberto Verasmendi, actual presidente de la sociedad, encabeza a un grupo de jóvenes que pusieron todo su esfuerzo para retomar algunas tradiciones y celebrar por todo lo alto las fiestas de la patrona, iniciando el viernes 29 de enero con la coronación de la madrina Madeleine Santos y la presentación de agrupaciones musicales, el sábado 30 se llevó a cabo el primer reencuentro de madrinas de La Candelaria y cerrarán hoy a las 7:00 de la noche con la procesión de la virgen por las calles del pueblo.

La “viejita” llegó para quedarse en los corazones

Daniel Benítez, cronista del pueblo, cuenta que en 1573 llega a la ciudad de Santiago una infanta de nombre Gerónima Acosta, proveniente de Las Canarias. Ingresa por el Puerto de La Guaira y trae consigo en una maleta de madera una virgencita, regalo de su abuela. En 1598 Gerónima adquiere la encomienda de los tarmas, quienes ya habían sido pacificados. Se estima que por esta época construye su “casa de habitación” en este territorio, muy cerca de la playa. También manda a construir un oratorio público y en el altar coloca la virgencita que le regaló su abuela, la misma que trajo de Las Canarias.

Explica que la Ley de Encomiendas establecía que se daban en concesión solo hasta por tres vidas, pero habiendo sido los tarmas tan belicosos, habiendo traído tanta zozobra a los habitantes de la ciudad de Santiago y sus inmediaciones, y debido a la orden de exterminio, esa encomienda deciden desmembrarla aún más y súbitamente le entregan parte de las tierras a otras personas. Esto llevó a esta señora a reclamar en los tribunales, se cuenta que ésta le hizo una promesa a la Virgen de La Candelaria, de la que ella era devota, para no perder su encomienda. Esta promesa y una Real Cédula emitida en enero de 1609 donde se debía tener una iglesia en todas las encomiendas, la lleva a tomar la decisión de construir un templo sagrado en la montaña más alta que se divisaba desde su casa de habitación, donando su virgencita a la recién inaugurada estructura.

“La virgen fue entregada al cacique de la época, bautizado con el nombre de Mauricio Candelario, quien, acompañándose de otros indígenas y de algunos negros africanos, subieron en procesión, llevando la imagen cargada hasta llegar a un rancho de bahareque, donde fue posada en una mesa rústica colocada al frente del altar mayor, y así un 2 de febrero entra la imagen de Nuestra Señora de La Candelaria a su nueva casa”.

Una sociedad religiosa con 293 años de historia

“En 1722 llega el padre Ildelfonso Milano, quien logró que en 1742 se fundara la primera Sociedad de La Candelaria. Esta sociedad iba a competir entre ella misma, pues estaría dividida en la sociedad de hombres y la de mujeres. Dentro de sus estatutos no solo estaba preparar cada año las festividades eclesiásticas de la virgen, también debían recoger fondos para la iglesia, ayudar a los enfermos, monetaria y espiritualmente. Cuando alguien fallecía la Sociedad debía ayudar a los familiares”.

Relata que la devoción crecía en la medida que aumentaba la población, y cada 2 de febrero eran muchos los fieles que venían de todas las regiones para acompañarla en su día. “Venían a pedir su bendición, su protección, que los sanara de alguna dolencia, que alejara las enfermedades y la peste, que le brindara favores como mejorar la siembra y la cosecha, y por encima de todo que los cuidara”.

“Hoy en día, y a pesar de los años transcurridos, los cambios generacionales y el desarrollo de la tecnología, la devoción por Nuestra Madre sigue firme, aún somos muchos los que hacemos el esfuerzo de estar en su día acompañándola. En ella nos apoyamos para que nos guíe y nos cubra con su manto, donde sea que estemos. Tenemos la certeza de que por ser tarmeños, no importa dónde estemos su manto llega hasta nosotros”./ar

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